Dr. Keith A. Buzzell
14 de diciembre de 1932 — 12 de junio de 2018
El Dr. Keith A. Buzzell falleció el Martes 12 de junio. Había recibido numerosas visitas de sus amigos en las semanas precedentes. Muchos de nosotros tuvimos la oportunidad de visitarlo en ese lapso de tiempo, durante el cual se encontraba completamente lúcido y con gran presencia, y sostenía extensas conversaciones sobre la octava de alimentación; (tema que había suscitado su interés recientemente, y podría haber sido el tema central de su siguiente libro). No obstante, su cuerpo ya no revestía las condiciones requeridas para seguir adelante.
Keith fue un pionero en el estudio y en la interpretación de Relatos de Belcebú a Su Nieto. Su enfoque consistía en estudiar en un contexto grupal. No se limitaba solo al reducido núcleo de los que se reunían con él semanalmente, sino que también lo aplicaba a reuniones anuales con gran concurrencia. Su aporte fue fundamental en la creación de las Conferencias “Del Todo y De Todo”, así como las “Reuniones de Octubre” en Maine, las cuales, en años recientes, aumentaron a una frecuencia semestral, realizando una de las mismas en Primavera. Los resultados de sus indagaciones se plasmaron en seis libros publicados por Fifth Press en Salt Lake City. Integró su experiencia profesional y sus conocimientos como médico a la labor de desentrañar los escritos de Gurdjieff. Sin duda esta forma de aproximación estaba en la intención del mismo Gurdjieff. Keith amalgamó con maestría los componentes citados, lo cual convocó a una cantidad de seguidores que comprendieron el valor de su enfoque.
Sin duda existieron comienzos fallidos, especulación y diletancia mezclados con profundas percepciones y comprensión real, todo ello como parte de un camino que se debe tomar si uno desea ‘llegar’. Su coraje para continuar a pesar de las propias limitaciones, y su decisión de superar las convenciones cuando estas impiden la curiosidad y la búsqueda, fueron una fuente de inspiración, tanto para mí como para otros.
Recientemente, se refería con mayor frecuencia al ‘mundo kesdjaniano ’ – es decir, el mundo del Ser, que había cobrado importancia para él. Lo veía como el factor aglutinante en las relaciones, incluyendo las relaciones entre integrantes de un grupo del Trabajo con extensa trayectoria, donde puede manifestarse en la mutua aceptación del otro y en la compasión.
Que su liberación respecto de su cuerpo vencido y de este mundo humano, le traiga nuevas dichas y comprensiones, y nos recuerde para que evaluemos nuestra rutina cotidiana a la luz de la finitud.
~Stefan Meier
Una Vida Bien Vivida: Una Vida Recordada
~ Parte 1~
por A.G. Friend
Keith A. Buzzell
14 de diciembre de 1932 — 12 de junio de 2018
“Trate de colocarse en el
lugar de otros – ellos tienen la
misma importancia que usted; sufren
al igual que usted, y como usted,
van a morir.”
-Gurdjieff
Recientemente – mientras recorría el ámbito de las posibilidades que estaban a mi alcance durante el confinamiento impuesto por el Covid, al tiempo que reflexionaba profundamente acerca de la naturaleza de las conductas éticas – Volví a tomar contacto con las clásicas conversaciones entre Bill Moyers y Joseph Campbell en la década de los ochenta. Conversaciones que eventualmente se difundirían como la serie televisiva denominada El Poder del Mito En un punto de estas conversaciones, me impactó especialmente una referencia sobre la “clave” que aporta Campbell para la comprensión del tema principal de la mitología clásica – la clave que él identificaba como ‘el sufrimiento’.
“La causa oculta de todo sufrimiento es la mortalidad misma, la cual es la condición primaria de la vida. No se la puede negar, si es que la vida ha de afirmarse.”
Reflexionando, a su vez, sobre la cerradura que podría ser abierta y afirmada con esta “clave” del sufrimiento, Campbell en un momento comparte con Moyers la cita de un shaman de la tribu esquimal Caribou llamado Igjugarjuk, quien en una ocasión, refiriéndose a cuestiones similares, dijo:
“La verdadera sabiduría se encuentra lejos de los seres humanos, allí en la gran soledad, y puede alcanzarse sólo mediante el sufrimiento. Solo las privaciones y el sufrimiento pueden abrir la mente a todo lo que permanece oculto para los demás.”
Palabras que convocaron en mí una profunda comprensión interior de que yo también, al igual que la mayor parte del planeta, durante el aislamiento impuesto por la prolongada pandemia, me encontraba dentro de esta “gran soledad” de nuestro momento colectivo de ese momento. Causado en parte por nuestro cuestionable barrido de toda creencia, por el cual el planeta ha sido despojado no solo de sus bienes y tesoros físicos, sino también de sus misterios inherentes, estas historias de misterios (denominadas también Mitos) que por mucho tiempo han nutrido nuestra imaginación, y presentan un marcado contraste con la lamentable pobreza del alimento en que se encuentran nuestras mentes en la actualidad. Mentes que ahora se enfrentan a un mundo des-sacralizado que nosotros mismos hemos causado, en el que la primacía del ego se alza en soledad; sin ayuda, sin límites, y desprovisto de significado y propósito.
Al oír, en estas palabras, la resonancia de un llamado de naturaleza mítica, se desencadenó un acecho para hallar tal sabiduría, que llenó muchos momentos de deleite durante los meses de aislamiento auto-impuesto, durante el cual el hecho de releer textos conocidos, y de leer textos nuevos trajo inesperadas perspectivas de reconexión y de reconciliación. Campbell, en el marco de esta clásica producción conjunta con Bill Moyers, pintó, de manera brillante y a la vez suscinta, un retrato de la mitología como mapa de ruta interior de la experiencia vital. Un mapa que ilustra y representa relatos y experiencias que ayudan a la mente a tomar contacto con lo que él denomina “la experiencia de estar vivo.” Junto con esta categorización del mito como factor que cumple cuatro funciones básicas (la mística, la cosmológica, la sociológica y la pedagógica), encontré algunos otros hitos que se destacaban durante mis indagaciones. Primero y principal fue la aseveración que hace Campbell de que la única mitología válida en la actualidad es la mitología del planeta. En el contexto actual de ausencia de lo sagrado, él destaca la necesidad de recuperar la capacidad de “entrar en resonancia con la sabiduría de la Naturaleza”, para poder acceder otra vez a nuestra hermandad con los animales, y con el agua, y con el mar. A la luz del evidente estado de peligro en que se encuentra el planeta, no me hizo falta ningún argumento ni clarificación adicionales. Si consideramos que poner a la mente en contacto con un significado y un propósito es la milenaria función del mito, mientras que la mente en sí misma abarca la dimensión del significado y de los valores en su totalidad, resulta evidente esta validación del mito y de la cosmología planetarios para la época actual.
Otro “hito” que surge en forma destacada dentro de la búsqueda que emprendió Campbell durante toda una vida, fue su convicción de que el mito abre al mundo la dimensión del misterio, y a la comprensión del misterio que subyace a todas las formas. Si el misterio se manifiesta a través de todas las cosas, el universo se torna, podríamos decir, en un retrato sagrado. En tiempos como los actuales, en los cuales carecemos de un mito que nos guíe, él afirma que cada uno debe encontrar un aspecto del mito que se relacione con su propia vida. Esto sumado a la innegable verdad de que todas las mitologías, a través de las distintas épocas, son mapas confeccionados por personas que han recorrido sus respectivas topografías.
“La influencia de una persona vital, vitaliza, no hay duda al respecto. El mundo sin espíritu es un páramo yermo. Muchas personas tienen el concepto de que para salvar al planeta hay que mover cosas de lugar, cambiar las reglas y los que ejercen el poder, y cosas por el estilo. ¡No!, ¡No! Cualquier mundo es un mundo válido si está vivo. Lo que se necesita hacer es insuflarle vida, y la única manera de llevar esto a cabo es encontrar en uno mismo dónde se encuentra la vida, y revivirse a uno mismo.”
, en la cual mis propios desplazamientos suelen preceder a descubrimientos y asombros en ámbitos lejanos. Al igual que Dorothy, quien luego de una tumultuosa gesta en su recorrido por Oz, descubre la auténtica belleza de su hogar, las dificultades ‘percibidas’ en un momento de pandemia se transformaron en una plétora de posibilidades justo al alcance de mi mano. Con el don del tiempo mismo, me encontré indagando en niveles mucho más profundos las perlas de sabiduría espejadas por doquier a mi alrededor, en mi vida cotidiana. Descubrí una de estas “perlas” bajo la aparentemente simple forma de un médico rural llamado Keith Buzzell, quien atendía a sus pacientes en las remotas zonas boscosas de Maine. Keith, el poeta, había recorrido este sendero de mítica promesa también. Habiendo sido “atrapado” por el ‘ todo y todas las cosas’ que el mito brinda, y debido también a su profundo interés en el mito, era también un narrador excepcional, y aportaba una cuota muy necesaria de consciencia a la vida. Esto quedó ilustrado con suma elocuencia en su poema que lleva por título La Dimensión de la Consciencia. Escrito alrededor de febrero de 1995, él captura la experiencia de esa apertura de “la mente a todo lo que está oculto a los otros” y su resonancia personal con la sabiduría de la Naturaleza.
Durante este tiempo en pandemia de “gran soledad”, con frecuencia he recordado – como me sucedió mientras miraba el segmento “Vidas Bien Vividas” del MSNBC de Nicolle Wallace – la aguda y certera aseveración hecha por Joe Campbell con respecto al Mito, en el sentido de que cuando una persona se convierte en modelo para las vidas de otros, entra en la dimensión donde se transforma en mito. Si es una verdad incontrovertible que toda mitología es creada, en el tiempo, por personas que han recorrido sus senderos, entonces Keith Buzzell fue esa calidad de inspiración y modelo para mí. El “oro” del significado, la conexión y el valor del mito late profundamente en mi corazón, como consecuencia de la vida bien vivida por Keith Buzzell, quien modeló vida en constante recuerdo de estas metas. Deseo fervientemente, que todos puedan encontrar en su entorno más cercano y tomar consciencia de un compañero como lo fue él, y no tengo ninguna duda de que lo harán. La magia está allí, en todos los ‘otros’, viviendo en la totalidad de la vida. Uno solo debe aprender a hacerse consciente de ella en aquellos momentos cuando experimentamos la gran soledad de nuestro ser más interior.
La Dimensión de la Consciencia – por Keith A. Buzzell
Es de noche.
Densos nubarrones cubren el cielo casi por completo,
Creando aberturas irregulares y en movimiento para la de luz de las estrellas.
La luz es intermitente, con interludios centelleantes
Esparcidos entre las nubes apenas discernibles.
Cada pequeño segmento parpadeante parece, a los ojos de un observador,
tan evanescente y cambiante que parece intrascendente –
Y sin embargo, por ser luz, atrae al observador una y otra vez
hacia su ‘presencia’ sin formas, su singular e incausada apariencia
tan débil y fugaz que nada es iluminado por ella,
Y sin embargo tan insistente en su centelleo que invita a poner atención en ella.
¿Qué distancia ha recorrido para llegar hasta el ojo del observador?
¿Cuál acontecimiento es su fuente? ¿Y qué significa?
¿Y adónde va una vez dentro del ojo del observador?
Las nubes se difuminan velozmente y huyen hacia el Este, y a continuación,
miríadas de estrellas perciben su partida y se expanden
para habitar el cielo nocturno.
Lo que se presentaba como diminutos segmentos sin forma, se revela ahora
como el despliegue esplendoroso, de una inconcebible infinidad de
puntos centelleantes, que insinúan formas vaporosas, a medida que el ojo
sigue una ancha franja que se extiende de horizonte a horizonte.
¿Por qué, y por qué tal cantidad?
Algunas parecen tan débiles, tan apenas discernibles
Mientras que otras, aún con ‘puntas’, refulgen con un temblor luminoso.
Cautivado por la novedad de su descubrimiento, nuestro observador se percata
lentamente de que los contornos dibujados en las cercanías,
e incluso la luminosa superficie del lago distante,
se destacan con un relieve levemente más nítido.
Al principio, razona , “Solo se trata de tiempo y adaptación”,
Y regresa a la búsqueda de su compañera celestial.
Al hallarla, y al sentir otra vez esa conexión indefinible,
exclama para sí, “¡Hasta el cielo parece más luminoso!”
Esta claridad compartida, entre árboles, y lagos, y el cielo mismo,
impulsa suavemente una posibilidad hacia la periferia de su mente –
de otros compañeros, de otras constancias-de-luz.
Comienza a realizar un paneo en lo alto – hacia un costado, descendiendo en círculos.
y girando.¡Allí!
Una luna en cuarto creciente ha surgido detrás de él,
apenas la cuarta parte de su redondez desplegada en sólida luminosidad,
con la más sutil de líneas circundantes completando la esfera lunar.
Perceptiblemente más veloz en su desplazamiento por el cielo, la nueva compañera de
nuestro observador parece casi ansiosa por compartir su luz, sumamente potenciada,
que bañaba al mundo cercano, y lo instaba a revelar sus
detalles ocultos.
¡Tanto para ver!
Arbustos que exhiben sus frágiles hojas,
Contornos de rocas que aparecen, – filosos, ovoides, algunos con puntas que extienden
suavemente sus formas iridiscentes y caóticas,
y llegan hasta el borde del lago.
Incluso el suave movimiento de las olitas que se forman en la superficie del lago.
Imbuido de este centelleante, burbujeante y escultural ‘nuevo’ mundo,
nuestro observador, sobrepasado y al mismo tiempo llamado a devoción
ante estas visiones maravillosas,
Llora – porque no tiene manera de digerir este
gozoso impacto visual
y ríe estentóreamente por su absurda buena fortuna.
“No es solamente que no estoy solo, sino que ahora, con esta luz que surge y baña cada
resquicio, cada superficie curva
y cada movimiento ondulante,
mi mundo está tan poblado de verdaderos compañeros
que todo resabio de soledad, toda partícula de sinsentido
se han desvanecido.”
Embargado de infinita gratitud, nuestro observador comienza a desplazarse,
a explorar este mundo recién descubierto.
A medida que camina, comienzan a aparecer a su paso objetos mágicos que parecen
tomar forma espontáneamente desde la oscuridad.
Arbustos, césped, y piedras toman forma y atributos,
TPequeños manantiales de agua serpentean a sus pies,
Ramas de pinos acarician su mejilla, y aquí y allá
pequeñas criaturas – algunas huyendo, otras escurriéndose entre la maleza
todos compañeros recién descubiertos –
que brindan delicia y asombro a
un ‘Presente’ ya pletórico.
Desplazándose pausadamente hacia el lejano lago – observando, percatándose,
Deleitándose al ver más y más formas configuraciones nuevas –
Una reflexión insistente, un suave tironeo desde la percepción, se manifiesta cuando él
mira por entre los frondosos árboles hacia el agua.
“Algo en las hojas ……. y en el agua …….
¿Por qué son tan distintos ahora?”
Y comprende – al principio como una mera posibilidad,
Luego, en un creciente cúmulo de resonantes comprensiones –
“¡Hay color! ¡En las hojas! ¡En el agua! ……. En el cielo.”
Lentamente, con una espectativa teñida de un temblor, casi en éxtasis pero vacilante a la vez,
Nuestro observador se vuelve hacia la potente Fuente y,
a medida que su mirada traspasa el ámbito circundante – y el horizonte,
un móvil espectro de color inunda su Presente en expansión.
Desde el rojo-tornado-en-violáceo del cielo,
pasando por los matices de azul profundo,
luego más claros y aún más sutiles de verdes y amarillos,
sus ojos se posan finalmente en la rica y completa fusión de franjas naranjas y rojas
que pueblan el cielo en el Este.
En la periferia de su mirada, yacen, recogidos, los fragmentos del caleidoscopio de
color que esta Fuente ha traído a
su ‘mundo-inmediato.’
Desde los profundos marrones de la tierra, y los rutilantes rojos de las alas pasando
por el turquesa que culmina en la espuma blanco-verdosa de las pequeñas olas
y una explosión de borlas amarillo-naranja que corona las cercanas hierbas del
pantano, la suntuosidad de esta verdadera fiesta, y todo lo que puede aparejar,
llena e inunda los espacios interiores antes vaciados por la soledad y ahora henchidos
de gratitud.
Nuestro observador permanece ahora en silencio, presente ante la milagrosa y
creciente manifestación de este mundo, desde aquellas primeras titilantes franjas de
luz de las estrellas hasta la densa textura de la
‘Totalidad’ que tiene ante sí.
Con la explosión de la plena refulgencia del sol naciente, él experimenta, por primera
vez, el significado real – el sutil y a la vez arrollador poder –
del espectro total de la Consciencia.